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martes, 10 de noviembre de 2015

Darkness

La imagen que me devuelve el espejo en estos momentos es irreconocible para mí. Sí, sé que soy yo, pero hace mucho tiempo que dejé de reconocerme a mí misma. Hace tiempo que la joven que conocí durante tantos años desapareció tras un velo de depresión y oscuridad. Es increíble como la muerte de alguien tan especial para nosotros, con quien tenías una imagen de tu futuro, con quien querías compartir la vida, puede destrozarte de tal manera que ni te reconoces a ti misma.

A veces me pregunto dónde está la chica alegre y llena de vitalidad que veía antes en el mismo espejo en el que me veo reflejada ahora mismo y donde desde luego, no hay ni rastro de ella. Ahora vivo en una constante depresión y en un estado en el que mi cabeza solamente está llena de un avispero de pensamientos negativos que no para de zumbar en todo el día. O al menos esa es la sensación que me da a mí. ¿Cómo logra salir la gente de algo así? ¿De un agujero tan hondo? Me aparto un mechón de mi pelo castaño de delante de los ojos. Marrones y grandes, pero sin vida.

Mi otra mano se cierra con fuerza alrededor de la cuchilla que tengo en la misma. El dolor me traspasa la piel, pero no reacciono a él. Ni siquiera cuando me aparto del espejo y paso a sentarme en el borde de la bañera. La bañera del baño que íbamos a compartir durante tantos años, hasta que una llamada de teléfono lo cambió todo de manera drástica. Si hay algo que no olvidaré en la vida es precisamente esa noche, las prisas, los nervios y mi pulso fuera de control. Las horas de espera en aquella sala de fuerte olor estéril hasta ver salir a uno de los médicos. Su cara lo decía todo. No necesité ni una palabra suya. Sentí mi garganta secarse y mis ojos llenarse de lágrimas. Quería gritar pero era incapaz de emitir sonido alguno. Nunca olvidaré su cara, su imagen me va a perseguir toda la vida. Nunca se llega a olvidar a la persona que te dice que has perdido a alguien. Ni tampoco la forma como te lo dice, las palabras, aunque en ese momento pienses que no sabes ni que estás escuchando. Luego esas palabras te golpean con fuerza y una claridad aplastante.

Hay gente que nunca llegara a entender el dolor que estoy pasando y que la única manera que siento que ese dolor sale de mi cuerpo es provocándome más dolor… Mis muñecas tienen unas marcas blanquecinas fruto de los cortes que me he realizado en ellas. Del mismo modo pasa con la parte superior del interior de mis muslos, la zona contra la que ahora tengo la cuchilla.

Noto como se introduce en la piel y mis dedos empiezan a mancharse de sangre. Caliente y llena de vida al contrario que yo, y por raro que parezca, es en ese momento, cuando el dolor de me invade, me hace apretar los dientes y cerrar con fuerzas los ojos, es cuando me siento viva. Ese dolor físico me recuerda que estoy viva. Yo estoy viva y él está muerto, y por eso mismo estoy condenada a esta locura durante el resto de mi vida y a caer lo más bajo posible. ¿O no es así? ¿Es sólo invención de mi mente a causa de la pérdida?

El ruido de la cuchilla chocando contra el suelo vuelve a traerme al mundo de los vivos. Cojo rápidamente papel higiénico casi de forma frenética para hacer fuerza sobre el corte que acabo de realizarme a mí misma. Ese dolor sigue latiendo dentro de mí y sigue manteniéndome viva. Quizás esta sea la única manera de poder seguir adelante. Sufriendo.

Pasan diez minutos antes de que salga del baño con la falda perfectamente colocada y un amago de sonrisa en el rostro. Se ha convertido casi en una odisea sonreír, pero a veces, aunque sea por educación ese gesto tiene que aparecer en tu rostro. El bolso está sobre el mueble del recibidor y dentro del mismo las llaves. Echo un último vistazo al interior de mi hogar antes de abrir la puerta y salir.

Nadie parece sospechar. Los vecinos me saludan con normalidad, aunque en sus rostros aún veo el rastro de compasión que veo en sus ojos desde aquel fatídico día. Nadie parece sospechar lo destrozada que estoy por dentro o el dolor que me hago a mí misma. Fuera el sol pasa a través de las nubes que hay en el cielo esta mañana mientras yo camino hasta el coche con la intención de llegar hasta mí puesto de trabajo.

Posiblemente es de las pocas cosas que me quedan en la vida.

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