Esta historia empieza hace muchos años, incluso antes de que
existiese la tierra y la propia vida. Es una historia que se remonta antes de
la creación del mundo tal y como lo conocemos. Antes de que los continentes
adquirieran los nombres por los que hoy en día los conocemos. Ocurrió hace
miles, millones, billones de años...
Dos espíritus que vagaban sin rumbo por el ilimitado
universo decidieron que era el momento adecuado de usar el poder con el que
habían empezado a existir de una manera útil, creando aquello que bullía en sus
mentes desde hacia tiempo y nunca habían sabido cómo crear. Posiblemente el
problema hubiese estado en el hecho de que hasta el preciso instante en que
decidieron usar sus dones no habían aprendido como usarlos, porque no habían
tenido una necesidad real de ello.
Durante muchos años las leyendas que plagaron el mundo les
conocieron como La Diosa de la Creación y el Dios de la Vida, por haber hecho
precisamente eso: crear el mundo y la vida de la nada. Terra que siempre fue
cariñosa y dulce, decidió usar su don divino para hacer realidad el mundo que
ahora poblan los humanos y al que le puso su mismo nombre, para de este modo
ser recordada durante el tiempo que el planeta existiera. Extendió sus brazos y
con sus manos dibujo una circunferencia imperfecta en medio del universo, cerca
de dos de los astros más importantes: el sol y la luna. El sol porque iba a ser
la fuente de vida de todo aquello que fuese a existir dentro de aquella
imperfección aún vacía y la luna porque del mismo modo que el sol daría vida,
tenía que haber algo que diese lugar al descanso y a la oscuridad,
contradiciéndose a la luz y la calidez del astro rey.
Se quedó observando su creación aún vacía mientras Fauno la
observaba con curiosidad como si quisiera anticipar el siguiente movimiento de
su hermana que se cruzo de piernas en medio del espacio mirando con atención el
comienzo de su creación. Una sonrisa cruzó su rostro antes de llevarse una de
sus manos a sus cabellos oscuros arrancándose un mechón de los mismos que dejó
caer dentro de aquella circunferencia y que empezaron a dibujar formas en su
interior que después de un destello eran de colores marrones y verdes y además
estaban separados entre sí por trozos de “nada”. Había creado los continentes y
sonrió satisfecha en especial cuando su hermano frente a ella asintió en
silencio. La tierra roja, la naturaleza... Si se acercaba y metía la cabeza en
aquella circunferencia, podía ver como si realmente estuviese muy cerca su
propia creación. Podía extender la mano y notar la hierba bajo sus yemas e
incluso contemplar los árboles.
Invitó a su hermano a explorar su creación y cuando este
pareció conforme, sus ojos brillaron de emoción. Por fin todas aquellas ideas
que había tenido tanto tiempo en su cabeza se estaban llevando a cabo y por la
mirada de su hermano estaba consiguiendo su propósito. Aún así ella creía
fervientemente que faltaba algo. Esa “nada” tenía que rellenarse con algo. Que
algo que de alguna manera conectase todos aquellos pedazos de tierra roja, pero
que al mismo tiempo no fuese aquel vacío, aquel agujero negro que de alguna manera
parecía unirse más al espacio exterior.
Pensó y pensó durante largo tiempo bajo la mirada de Fauno
hasta que pareció dar con la respuesta. Sus ojos se elevaron hasta encontrarse
con los de él y entonces los cerró dejando que unas pocas lágrimas rodasen por
sus mejillas antes de tomar unas pocas con sus delicados dedos y dejarlas caer
dentro de la creación. Las lágrimas cayeron en el vacío y se extendieron con
rapidez llenando aquellos espacios entre la tierra de agua. Agua salada y agua
dulce. Salada porque habían sido fruto de las lágrimas y dulce porque su
creadora poseía un corazón dulce y tierno que había creado la Tierra con todo
el cariño que albergaba dentro de ella.
Dio paso entonces a su hermano, haciéndole un gesto con la
mano, invitándole a dar su parte a aquello que habían decidido crear. Él la
miró unos segundos antes de acercarse y decidió que empezaría por aquello que
su hermana había dejado para lo último. Miró a su alrededor unos segundos como
si estuviese buscando algo, pero aparte del sol, la luna, los planetas y las
estrellas allí no había nada. Al final metió una de sus manos dentro de la
Tierra hasta alcanzar el mar tomando agua en la palma de la mano. La acercó
hasta sus labios y sopló con suavidad. El agua desapareció de su palma y en su
lugar las diferentes especies acuáticas chapoteaban intranquilas. Rió divertido
antes de esparcirlas por el mar que su hermana había creado. La miró unos
segundos y entonces recordó que había creado dos tipos de agua y repitió la
operación esta vez con el agua dulce, creando hacía la fauna marina tanto de
agua salada como dulce.
Terra ilusionada empezó a aplaudir como si se tratase de una
niña pequeña que acababa de ver la mejor actuación del mundo, en realidad así
era. Fauno la observó unos segundos antes de que sus labios se perfilasen en
una fina sonrisa. Le acarició uno de los mechones de su largo cabello y aunque
parecía que iba a arrancárselo sin piedad alguna, sus dedos simplemente se
deslizaron como si estuviesen peinándolo.
Volvió a introducir su mano en el globo terráqueo, tomando
en esta ocasión tierra, piedras, hierbas y hojas de diferentes árboles. Junto
ambas palmas de las manos, con todas aquellas piezas entre ambas. Levantó la
mirada hacia Terra antes de estrujar con fuerza las manos, seguro de que todo
lo que había dentro se había convertido en polvo. Incluso se aventuró a mirar
separando ligeramente las manos, pero sin dar oportunidad a la curiosidad de su
hermana para ver lo que había. Las agitó unas cuantas veces y volvió a mirar a
Terra esbozando una amplia sonrisa. Sonidos llenaban el universo en aquel
momento y Terra enseguida supo que provenían de las manos de su hermano que la
dejó con la curiosidad unos momentos más antes de volver a introducirlas en la
tierra y abrirlas. Aves de todas las clases, así como todos los mamíferos que
puedas imaginar salieron de las manos de Fauno y fueron a posarse en diferentes
puntos del mundo, la mayoría en manadas y en zonas con los climas adecuados
para ellos.
Dejó escapar una risita cuando vio como su hermana los
observaba emocionada, siguiendo cada uno de sus pasos por aquel mundo que había
creado y, cuando sabía que ella no se daría cuenta agarró un mechón de su
cabello y esta vez si se lo arrancó. Terra se volvió hacía el mirándole, en sus
ojos una mezcla de curiosidad y enfado, viendo como el mismo se arrancaba un
mechón de pelo que entrelazó a continuación con el de su hermana. Una vez
entrelazados los hizo girar varias veces entre sus dedos con sus ojos fijos en
ellos antes de volverse hacía el mundo y dejarlos caer en su interior.
Terra estaba segura de que no iba a pasar nada, mientras que
Fauno cruzó los brazos orgulloso de sí mismo. Seguro de que iba a funcionar y
en efecto, funcionó. A medida que iban cayendo hacía el interior de la tierra
algo los hizo descomponerse, hacerse mil pedazos pero lo más maravilloso de
aquello fue que de cada uno de aquellos pedazos, nació una figura a imagen y
semejanza de Terra y Fauno. El hombre y la mujer. Ella sin creérselo miró a su
hermano antes de sonreírle totalmente orgullosa de él.
Una sonrisa que se apagó cuando vio su mirada. Una mirada
que había pasado del orgullo que sentía por haber logrado aquello a una
tristeza que ella no entendía. Notó como le acariciaba la mejilla y se acercaba
a uno de sus oídos. Los labios de su hermano apenas se separaron, apenas se
movieron pero pudo entender perfectamente lo que le dijo. En ese momento supo
que aquello era una despedida, un adiós y sus ojos por primera vez en tanto
tiempo se llenaron de lágrimas de tristeza.
“Nos volveremos a encontrar”.
Le miró negando con la cabeza mientras las lágrimas
empezaban a caer por sus mejillas. ¿Por qué ahora que habían cumplido con su
misión tenían que separase? No era justo. Pero sabía en el fondo de ella misma
que aquello tenía que ser así. Su hermano le tendió la mano y aunque
temblorosa, ella la tomó entre las suyas. Sabía que aquella era la última vez
que le iba a ver de aquella forma, con aquel aspecto, pero también sabía que
una vez se fusionasen todo iba a cambiar. Él sonrió y ella le devolvió la
sonrisa antes de que aquella luz salida de la nada les fuese ocultando el uno al
otro de su vista. Empezaron a sentir como su cuerpo se deshacía y se convertía
en algo más. En algo mágico. En algo poderoso. Hasta que todo aquel poder
estalló, provocando una lluvia de luz que cayó sobre todos los puntos de la
tierra, tocando cada una de sus partes... Cada lágrima de luz rozó, tocó o
acarició a cada uno de los animales, así como plantas, hombres y mujeres que
vagaban por la tierra dotándoles del sentido de la ley y el orden, pero lo más
importante de todo es que les dotaron de un alma.
La fusión de Terra y Fauno había conferido un alma a cada
uno de los seres vivos del planeta y aunque se habían separado, aunque aquel
último regalo al mundo había supuesto que ellos se separaran, volverían a
encontrarse en aquel mundo. Dos gotas, dos lágrimas de luz que habían caído en
la tierra y se habían transformado en algo totalmente distinto, mágico y
poderoso, encerraban en su interior el alma dormida de Terra y Fauno, una
vez fueron hermanos pero a los que ahora les esperaba un destino aún más
grande. Iban a estar conectados, unidos siempre, para toda la eternidad de un
modo u otro.