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viernes, 22 de agosto de 2014

No matter how many years go by, I know one thing to be as true as ever was – I’ll see you soon.

No matter what you do or where you go, I will always find you.


A pesar de que me encantaba pasar el tiempo que tenía libre con Ariel, aquella mañana había decidido salir a dar una vuelta y hacer algunas compras sola. Ni siquiera me había llevado a Sam conmigo que estaba jugando en el jardín trasero con mi pequeña sirenita, o más bien ella estaba jugando con él. Me encontraba apoyada contra el marco de la puerta que daba precisamente al patio observándolos. En aquellos momentos me daba cuenta de todo lo que tenía, cuánto lo apreciaba y cuánto me dolería perder todo eso… Eso también hacia que mis ojos se nublasen mientras pensamientos sobre mis padres biológicos cruzaban mi cabeza, y es que… ¿Habrían sentido el mismo miedo, la misma tristeza, desazón que me imaginaba que sentiría si perdía a Ariel? Imaginaba que sí y sólo por ello, porque podía hacerme una idea de cómo debía de ser aquellos sentimientos, quería encontrarles para al menos decirles que estaba bien, que seguía viva y que mi nueva familia, una familia que era maravillosa me estaba cuidando tanto a mí como a mi hija como si fuéramos de su propia sangre.

Un toquecito en uno de mis hombros me hizo volverme para encontrarme con los profundos ojos verdes de Hans que me miraba. – ¿Qué haces ahí parada? – Me encogí de hombros antes de acercarme hasta mi hermano y dejarle un beso en la frente.

- Miraba a Ariel. Voy a ir al centro a comprar algo de ropa y tomar algo… ¿Te apuntas? Podríamos ir a comer en alguna pizzeria… - Le tenté con una pequeña sonrisa en el rostro a sabiendas de que amaba comer Pizza.

- Pues… Iba a echarme una partida al GTA, y ya sabes que no me gusta ir de compras. – En su rostro apareció un mohín que me hizo sonreír. – ¿Te llamo luego y comemos juntos? Me ha gustado la idea de la pizza, y Anna y Dani van a ir al cine con Ariel. – Se encogió de hombros. Eso significaba que no le apetecía nada ser el único que se quedase en casa sin salir.

- Me parece bien. – Contesté entrando en la cocina y quitando la mirada de Sam y Ariel. Sabía perfectamente que no iba a pasarle nada, sobre todo teniendo al can con ella, pero eso no quitaba que en ocasiones tuviera la necesidad de tenerla bajo mi radar en todo momento. Quizás en cierto modo estaba influenciada por mis propias vivencias. Le oí alejarse y momentos más tarde subir a toda prisa las escaleras y caminar por el piso superior. - ¡Mamá! – Grité al tiempo que me movía por la casa buscándola hasta dar con ella en el salón - ¿Puedes echarle un ojo a Ariel? Voy a hacer algunas compras en el centro. – Asintió con la cabeza dedicándome una pequeña sonrisa antes de que yo desapareciera en el pasillo. Fuera hacia un día espléndido así que ni siquiera me molesté en coger el abrigo o un paraguas. ¡Por amor de Dios! Estábamos a principios de agosto… Lo que me recordaba que posiblemente todo aquel misterio que rodeaba a mi familia se debía a que faltaban escasos días para mi cumpleaños.

Mi cumpleaños. Otro de los muchos misterios que me rodean. Quién sabe si realmente tengo casi veintitrés años y si sólo es una aproximación. Cuando me encontraron no llevaba ninguna identificación encima y si no recuerdo mal se guiaron por diferentes estudios que me hicieron para aproximarse a mi edad… Ni siquiera recuerdo el día original en el que nací, si celebro mi cumpleaños el 5 de agosto es porque fue el día en el que desperté del coma hace casi siete años y me parecía lo correcto; el día que volví a nacer.

Mis ojos verdes se alzaron hacia el cielo cuando cerré la puerta tras de mí antes de bajar los escalones, pasar el pequeño jardín delantero y cerrar la verja que separaba la casa de las demás y de la acera. Esa sensación de que alguien me vigilaba volvió a invadirme haciendo que por enésima vez desde hacía unas semanas mirase calle arriba y calle abajo antes de echar a andar. Lo peor de esa sensación es que no desaparece por muchos metros de calle que recorras o muchas esquinas que gires, por muchas vueltas que des. Al final llegué a la boca de metro más cercana aliviada en cierto modo de poder mezclarme con la gente mientras bajaba las escaleras. Tanta gente a mí alrededor en lugar de agobiarme me producía un alivio enorme porque esa sensación se desvaneció en el mismo instante en que puse un pie en el andén. No obstante parecía que había bajado con demasiadas prisas puesto que choque contra una pareja que prácticamente enseguida me fulminó con la mirada. – Disculpen. – Menté mientras me alejaba de ellos y negaba con la cabeza. Vamos, hombre, tampoco hacía falta mirarme de aquella manera, ¿no? Les eché un último vistazo antes de dar unos cuantos pasos. Los acordes de una guitarra inundaban el lugar y antes de darme cuenta noté que el hombre había dejado de tocar el instrumento para mirarme directamente.

- Usted es la chica del chico Hendrix. – Y juraría por la forma en cómo me estaba mirando que no me equivocaba al pensar que me lo decía a mí. ¿Hendrix? Recordaba haber oído algo sobre ese apellido pero ahora mismo no lo ubicaba demasiado bien. -  Una propina como aquella no se olvida señorita… - Fruncí ligeramente el ceño. ¿De verdad acababa de reconocerme? Mi cerebro se disparó y aunque tenía la pregunta en la punta de mi lengua en ningún momento salió de entre mis labios, entre otras cosas porque precisamente en ese momento apareció el metro que debía coger. En lugar de hacer la pregunta le sonreí amablemente antes de darle unas cuantas monedas que llevaba encima y entrar en el vagón.

Últimamente me pasaban tantas cosas extrañas que empezaba a pensar que había alguna cámara oculta en algún lado. Eso o que estaba en el lugar que me correspondía. Cuando me habían encontrado no habían sabido decir con exactitud de que parte de Europa era. ¿Y si todo aquel tiempo había sido inglesa sin saberlo? Me senté en uno de los asientos llevándome incluso una de mis manos a la frente. Empezaban a ser demasiadas cosas sin sentido aparente pero que podían acabar teniéndolo. Fue una suerte que a pesar de todo estuviese pendiente de las paradas y bajase en la que me tocaba precisamente a mí. Subí lo más rápido que me lo permitieron mis piernas las escaleras hacia el exterior tomando una gran bocanada de aire. Sentía que la cabeza iba a empezar a darme vueltas si seguía pensando en ello. Cuánto más pensaba en todo lo que me estaba pasando cuando más lo hablaba con Hans que se había convertido en algo así como mi confidente, más sentido parecía tomar todo.

Sentía que estaba tan cerca de encontrar lo que llevaba tantos años buscando que el vértigo en mi estómago no tardó en hacerse notar. Miedo y emoción a partes iguales, aunque una parte de mi quería correr, huir lejos y refugiarse en la seguridad que me había dado mi familia, los Fitzsimmons y mis hermanos. Volver a California y a su calor, a las playas, el surf… Sin embargo la otra parte me decía que no fuera cobarde y me enfrentase a lo que fuera que tuviese que venir, como había hecho siempre.

Una gota de agua cayendo sobre el dorso de mi mano fue lo que me sacó de mis cavilaciones y me hizo levantar la mirada. ¿Cuándo había desaparecido el azul del cielo para tornarse gris? Ni siquiera me había percatado de que la brisa era mucho más fría que cuando había salido de casa. A esa solitaria gota le siguió otra, y otra, y otra más, hasta que la lluvia empezó a descargar toda su furia sobre Londres. La gente que como yo no llevaba paraguas empezó a correr para refugiarse del agua. Me quede parada quizá más tiempo del necesario antes de hacer lo propio. Ni siquiera me molesté en poner el bolso sobre mi cabeza como veía hacer a muchos. ¿Qué maldito sentido tenía aquello sí de todos modos me iba a mojar igual? A pocos metros de distancia había un portal que fue precisamente donde me dirigí precipitándome en su interior.

Me apoyé contra la pared del mismo. La ropa mojada contra mi piel pesaba mucho más de lo normal y no pude evitar maldecir el no haber cogido un paraguas antes de salir de casa. Mira que sabía que el tiempo en Londres era bastante caprichoso, pero una parte de mi había creído que el sol y el cielo despejado de aquella mañana iba a permanecer así todo el día. Me equivoqué. El ruido de la lluvia contra el asfalto y la acera era todo lo que escuchaba además de los coches y el agua salpicando contra el bordillo. Mis cabellos húmedos se me pegaban contra el rostro apartándomelos con una de las manos mientras viraba la mirada hacia la calle. Fue entonces cuando otra figura entró en el portal donde me había refugiado. Sus cabellos probablemente claros estaban oscurecidos a causa del agua mientras se pasaba una de las manos por el mismo y se apoyaba en la pared frente a mí a medio metro de distancia, quizás un poco más.

No fue hasta que levantó la mirada hacia mí y me encontré con aquellos ojos claros clavándose en mis pupilas, que ocurrió. Sentí como si las piernas me fallaran y como si me quedase sin respiración. El corazón empezó a bombearme con fuerza dentro de mi pecho y el pulso se me aceleró de tal manera que mis manos empezaron a sufrir un ligero temblor. Era como si me hubieran dado un latigazo. Como si algo se hubiera instalado dentro de mi cuerpo. Era como si mi subconsciente, allá muy dentro de mi cabeza, en lo más hondo, hubiera estado esperando ese momento durante mucho tiempo. Esos ojos. Esa mirada que me atravesaba. Un extraño calor me invadió el cuerpo entero naciendo en mi corazón y extendiéndose hasta las puntas de mis dedos, atravesando cada parte de mi cuerpo, dejándome con una sensación de paz, de amor que solo había sentido cuando había cogido a Ariel por primera vez en brazos.

Amor a primera vista lo llaman. ¿De verdad me estaba pasando eso a mí? ¿Con un simple cruce de miradas? Algo muy dentro de mí me decía que había algo más tras todos aquellos sentimientos, algo que le podría dar un sentido y una lógica al sentirse tan irremediablemente atraída por una persona con la que ni te has cruzado una sola palabra. ¿O me había cruzado ya alguna palabra con aquel extraño y ni tan siquiera lo recordaba? Que tu vida fuera una página en blanco tenía esa clase de inconvenientes. No aparté la mirada, me sentía incapaz porque no quería romper esa conexión que estaba sintiendo. No quería perder eso… - Lo siento… - Musité en un determinado momento sin saber cuánto tiempo me había quedado plantada mirándole fijamente, aunque él tampoco había apartado la mirada en ningún momento. Rompí el contacto visual y algo frío me invadió así como una necesidad casi enfermiza de volver a establecer esa conexión, y aunque me costó más de lo que estaba dispuesta a admitir, mis ojos se desviaron hacia la calle y la visión de la lluvia caer.