This entry is dedicated to my Charming boy
'cause he deserves it and has helped me a lot these
past few months.
Thank u very much!
Ah! And don't forget that make
someone smile is easier than you think ;)
It goes also dedicated to the
owner of Charlie
a dear friend.
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De:
tededicounasonrisa@live.com
Para: arsenalforever@hotmail.com
Asunto: ¡Hola, hola!
Querido Charlie:
Para: arsenalforever@hotmail.com
Asunto: ¡Hola, hola!
Querido Charlie:
Deje mi casa hace unos días, ahora
estamos en un hotel y en cuanto mi madre haya arreglado unas cosas aquí en
Londres que tiene pendientes aquí partiremos hacía Roma. La verdad que si no
fuese por el trabajo de mi madre, ahora mismo me daría pánico tener que volar,
pero hace tantos años que cojo aviones, que realmente…, es casi como algo
normal.
Se me hace extraño…, escribirte en
vez de salir a casa y caminar durante unos cuantos minutos hasta aquella calle
donde siempre nos encontrábamos. Siempre con ese “Buenas tardes, señorita”
siempre las mismas palabras, acompañadas de una sonrisa en tu rostro. Es como
si después de tantos meses se hubiese convertido en nuestro saludo, siempre
acompañados de dos besos en la mejilla o un abrazo.
¿Sabes qué es lo que más lamento? No
haberte conocido antes. Quiero decir…, yo siempre estuve allí, entre los
aldeanos del lugar, entre las caras de todos aquellos desconocidos para ti y
hasta que no me tropecé contigo en aquel pequeño café derramándote todo el
contenido de mi taza, un café, nunca lo olvidaré, no me hice visible a tus
ojos.
Te costo aceptar mi invitación, pero
al final aceptaste y se que de habernos conocido años antes nuestra relación
hubiese sido tal y como fue ahora, ¿por qué debería haber sido distinta? Somos
las mismas personas que éramos años atrás.
Me da tantisima pena que hayas
terminado tus estudios, porque de no haber sido así le hubiese pedido a mi
madre que aplazara nuestro viaje a Roma, aunque tengo que admitir que es una
buena oportunidad para estudiar Literatura Italiana. Lo que siempre he querido
hacer a pesar de no tener los mismos estudios que tienes tú, ya sabes… nunca
tuve el dinero para ir a una de las prestigiosas escuelas privadas. No tuve esa
suerte. A veces ser hijos únicos tiene esa ventaja…, solemos poder convencer a
nuestros padres de una manera más fácil, en mi caso, al menos. El hecho es que
siendo que tú terminaste, no tengo excusa alguna para pedirle que nos quedemos
aquí. El puesto de trabajo que le han ofrecido a mi madre es bastante bueno y
sería egoísta por mi parte pedirle que lo dejase para poder seguir viéndonos.
Al menos nos quedaran estos e-mails…
Por cierto, la última vez que nos
vimos no me comentaste que tal te fueron las notas. Espero que aquellos trucos
que te dí y esos pequeños consejos te sirvieran de algo y al menos aprobaras.
No importa la nota, lo importante es aprobar. Así que ya sabes ¡cuenta, cuenta,
cuenta…!
Me despido así hasta la próxima,
tengo que ayudar a mi madre con algunas cosas y bueno como no vaya ahora mismo
es capaz de decapitarme (me ha llamado a gritos unas cuatro veces ya) y como no
me gusta dejar las cosas a medias, prefiero terminar esta primera carta aquí y
listos.
Espero tener noticias tuyas pronto,
a pesar de que solo hayan pasado unas semanas desde la última vez que nos vimos.
Con cariño,
Prudence.
De: arsenalforever@hotmail.com
Para: tededicounasonrisa@live.com
Asunto: Re: ¡Hola, hola!
Querida Prudence:
¡No tienes ni idea de la alegría que
me ha hecho ver a tu e-mail en la bandeja de entrada esta mañana! No pude
leerlo hasta hoy por problemas de conexión y creo que hasta mi padre ha notado
que estaba de mejor humor, aunque como siempre, no me pregunto nada.
Pensaba que te habrías olvidado y
que al final la promesa de escribirnos había quedado en eso, en simples
palabras que como la mayoría de estas se quedaban al final en nada, veo que en
tu caso cumpliste la promesa… Te iba a escribir yo el primero, pero como
dijiste que querías hacerlo tú, supongo que al final deje la decisión en tus
manos. Me alegra saber que es esta tu decisión.
A mi también se me hace bastante
raro, en realidad se me ha hecho bastante raro leer tu e-mail, en lugar de
escuchar tu voz. Es extraño, supongo que nos tendremos que acostumbrar a ello,
porque como tu misma bien has dicho no nos queda otra.
La verdad que ahora que te conozco y
que hemos intercambiado tantas conversaciones, se me hace imposible no haberte
visto antes es más, he llegado a tener la sensación de que te conocía de toda
la vida y es una pena que solo hayamos tenido un año para conocernos y que
ahora tengas que irte tan lejos. Quien sabe a lo mejor dentro de unos años
podemos volver a vernos, ¿no? Además te lo repetiré las veces que haga falta,
no todos los días te ofrecen una plaza en una universidad extranjera, ni te dan
la oportunidad de hacer lo que de verdad deseas hacer, así que… como ya te
dije, aprovecha la oportunidad y disfrútalo lo máximo que puedas. Que no me
entere yo de que no lo haces, ¡eh!. Yo como te imaginarás sigo pensando que
hacer con mi vida…, soy un desastre, ya sabes…
¡Tienes razón! ¿Cómo se me pudo
olvidar? Bueno, mejor dicho, como se le pudo olvidar a doña estudiosa. De
verdad que no se como puedes ser tan meticulosa con las cosas. ¡Ah! Tus
consejos me fueron de perlas…, a saber que habría hecho yo sin ti…! De verdad
que me fueron bastante bien, aunque quiero que sepas que yo solo podría
habérmelas apañado. Aprobé todas las asignaturas que cursaba en este último
año, así que señorita más le vale a usted felicitarme (sabes que no es
necesario que lo hagas eh!) ¿Quieres una copia de las notas para estar
satisfecha del todo?
Cuéntame como te fue el viaje hasta
Roma y por supuesto como son las cosas por ahí… Si necesitas cualquier cosa,
puedes pedírmela, aunque este lejos…, bueno, haré un esfuerzo para intentar
ayudarte. Para algo están los amigos, ¿no?
Un saludo,
Charlie.
Estaba nerviosa.
¡Claro que lo estaba! A cualquier chica de veintiún años algo así la pondría
nerviosa. Le temblaban las manos mientras pasaba la mirada del reloj de la
pared al teléfono que había sobre la mesa junto a ella. Sabía lo que quería
hacer pero no se atrevía. Descolgaba y volvía a colgar. Marcaba y antes de que
diera tono volvía a colgar. Era ridículo. Lo sabía. Cinco minutos, diez,
quince, veinte…, sigue contando y sus nervios aumentaban. Si tan sólo fuese
capaz de descolgar el teléfono y marcar el número…
Al final se armó de
valor y consiguió marcar y no colgar. Un tono, dos tonos… y entonces la oyó.
Esa voz. La voz que consiguió que el corazón le diese un vuelco, que le sudasen
las manos y que de la misma emoción unas lágrimas amenazaran con salir.
-¿Sí? ¿Oiga?
La voz insistía.
Quería respuesta y ella parecía sentirse incapaz de responder. Se había quedado
petrificada. Una de esas reacciones del cuerpo que no era capaz de controlar.
Solían ser más fuertes que ella.
-¿Hay alguien
ahí?
Claro que había
alguien, pero sentía que sus palabras se habían quedado atoradas en alguna
parte de su garganta. En un momento de calor, su voz pareció superar aquel
pequeño obstáculo.
-Hola…
Silencio. Un largo
y casi agonizante silencio fue lo que siguió a aquella palabra. Era algo que se
esperaba. Hacía muchos años que no oía su voz. Ni siquiera le había dado nunca
su número de teléfono, pero Melinda tenía contactos o más bien su madre. En resumen
tenía el poder suficiente para mover algunos hilos y conseguir aquello que
quería, como algo tan simple como un número de teléfono.
-¿Prue? ¿Eres
tú?
Claro que era ella.
Melinda, Prudence, ¿qué más daba? Era la persona al otro lado del teléfono eso
era todo. Uno de los ayudantes de su madre entró en la habitación. Silencioso
observando a la jovencita que sonreía ligeramente por alguna razón al teléfono,
para los trabajadores Melinda Levine siempre había sido una muchacha demasiado
callada. Ni siquiera parecía que el hecho de que su madre fuese famosa y que
ella misma saliese a menudo por televisión desde hacía unos cuantos años, la
reconocieran por la calle y demás, cambiaría su forma de ser y aquella
sencillez que parecía que rodeaba a la castaña.
-Sí. Claro que
soy yo. - el hombre la miró
unos segundos, pero la jovencita ni siquiera había parecido advertir su
presencia, así que de la misma forma que apareció, desapareció dejando a la
muchacha con sus cosas. Seguía siendo una chica de veintiún años con sus
sueños, su vida y sus ambiciones. Era una chica como otra cualquiera.
-Vaya… ¿cómo
conseguiste mi número de teléfono?
Parecía sorprendido
y no era para menos. A él le sorprendería el hecho de oírla (y que hubiese
conseguido su número de teléfono) a ella le sorprendía haber tenido el valor
para hacerlo. Aquello era demasiado importante para ella, un paso del que más
tarde podía arrepentirse, pero era su vida. Aquella parte de su vida que nadie
conocía, aquellas citas a escondidas y los e-mails que nadie conocía eran su
verdadera vida. Su verdadero yo.
-Tengo mis
contactos.- ensanchó su
sonrisa después de haber dicho esas palabras. Había sido posiblemente la
primera vez que se había alegrado de que su madre tuviese aquellos contactos y
ella la posibilidad de acceder a ellos. -Iba a escribirte, pero… Esta
me pareció una manera más personal de contactar contigo.
Posiblemente él no
entendiera nada. Durante años se había negado a que hablasen por teléfono. No
quería que él se gastara tantísimo dinero llamando a Roma. Era consciente de
que su situación económica era muy distinta a la suya y ella, por su parte no
quería que nadie descubriera eso. Era su secreto.
-¿Charlie?
El silencio que
había en el otro lado de la línea, la asustaba y por un momento tuvo la
sensación de que le habían colgado y ella tan en su mundo como estaba ni
siquiera se había dado cuenta. ¡Baja de las nubes! Se dijo a sí misma.
-Sigo aquí,
Prue… Solo que me sorprende. Nunca quisiste esto. ¿Por qué ahora, sí?
¿Estaba enfadado?
¿Molesto? En parte era normal y peor sería si descubría todo. La muchacha
respiró hondo. Ahora llegaba la mejor parte del porque de aquella llamada
telefónica después de cuatro años. Cuatro largos años.
- Porque ahora
estoy en Londres, Charlie.- más
silencio. Aquella había sido y con mucha diferencia la conversación telefónica
más extraña que había tenido en su vida. Estaba compuesta de silencios,
largos…, desesperantes, pero seguidos de respuestas esperanzadoras, llenas de
aliento, de algo que llevaba mucho tiempo esperando.
-¿Estás en
Londres? ¿En serio? ¡Eso si que es una buena noticia!
Si había habido
algún atisbo aunque fuese pequeño de molestia en la voz del chico los últimos
minutos había desaparecido para dar paso a la emoción, la sorpresa. La misma
emoción que llevaba embargándola a ella desde que había pisado aquel país. La
misma que había conseguido que sus ojos verdes brillasen a pesar de no derramar
ninguna lágrima.
-¿Por qué no me
lo dijiste en tu último mail?
-Pensé que esto
era más personal. Además tenía ganas de volver a oír tu voz. - ¡Oh Dios! No podía creerse que hubiese dicho
aquello en voz alta. Dicho estaba, eso estaba claro. Lo que no se esperaba es
que él contestase como contestó.
-Yo también
tenía ganas de oír tu voz.
Y aunque ella no lo
estuviese viendo en ese momento, una sonrisa asomó en el rostro del rubio que
tenía la mirada incrédula fija en el televisor encendido del pequeño salón de
su casa aunque sin prestar realmente atención a las imágenes que pasaban por
delante de sus ojos azules.
-Sigo sin
creerme que estés aquí, ¡en Londres! No me estarás gastando algún tipo de
broma, ¿no? - preguntó
angustiado y ella no pudo evitar soltar una carcajada al otro lado del teléfono
mientras aunque él no pudiese verla negaba suavemente con la cabeza. Se había
levantado del sofá donde había estado sentada y se había dirigido con teléfono
en mano a una de las ventanas de la habitación. Mentiría si dijera que no había
echado de menos Inglaterra y su casa. Su habitación de siempre.
-¿Cómo voy a
bromear con algo así? ¿Estás loco?
Una respuesta para
aquella segunda pregunta pasó por la cabeza del muchacho y casi salió de sus
labios, pero en el último momento había pensado (acertadamente seguramente) que
quizá eso hubiese sonado demasiado atrevido. No quería cagarla en aquel momento
con ella.
-No claro que
no, solo preguntaba. Esto…, Prue…
-Dime.
De repente había
vuelto a sentir los mismos nervios que la habían invadido antes de atreverse a
coger el teléfono y marcar. Era como si supiera de antemano lo que iba a
preguntarle. Él por su parte aunque estaba deseando preguntarlo, tenía miedo a
que la respuesta no fuese la que quería oír.
-¿Crees que hay
alguna posibilidad de vernos? - una vez preguntado el joven aguanto la respiración esperando la respuesta
al otro lado del teléfono. Ella por su parte sonrió mientras caminaba de vuelta
al sofá. Era justo lo que había esperado. El verdadero propósito de aquella
llamada.
-Por supuesto
que si, estaré encantada de volver a verte. - más que eso, pero siempre había sido bastante
prudente con las cosas que decía o dejaba de decir. -¿Dónde siempre a la
misma hora de siempre? - para eso faltaban unas cuantas horas. Horas en las
que se prepararía mentalmente y se concienciaría de que lo que iba a pasar era
real.
-Trato hecho.
Soltó una risa
fruto de aquellos nervios que sentía y se sintió aliviada al oír que el
muchacho respondía de la misma manera.
-Hecho entonces.
Hasta luego Prue.
-Hasta luego
Charlie.- se quedó unos
momentos callada antes de colgar el teléfono. Hubiese deseado no tener que
hacerlo nunca y quedarse con esa voz en su cabeza, no terminar nunca con esa
conversación y él sintió exactamente lo mismo en el momento en que colgó el
teléfono y el único sonido que volvió a inundar sus oídos era el del televisor
encendido.