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miércoles, 6 de mayo de 2020

My Heart is like an Open Book

Todo el calor de mi cuerpo parece subir hasta mis mejillas cuando noto como su mano se posa sobre mi mejilla consiguiendo que las mariposas que revolotean nerviosas en la boca de mi estómago se instalen allí de forma permanente, haciendo me sienta incluso como si estuviera flotando en lugar de estar con los pies en la tierra – figuradamente hablando, por supuesto. La leve caricia en mi mano y notar ese leve movimiento con su pulgar, acariciando mi mejilla, hace que una sonrisa se instale en mis labios. Sé perfectamente que va a pasar, lo que se avecina cuando la distancia entre nuestros rostros se va acortando. Lo deseo tanto, lo necesito con una fuerza tan sobrenatural, quiero sentir sus labios contra los míos y esas sensaciones que provoca algo que parece tan simple como un beso.

El contacto de nuestros labios, suave y delicado, consigue que mi sistema se acelere, que dentro de mi cuerpo un calor nazca en mi pecho y se extienda hasta cada uno de los rincones de mi organismo, llegando incluso a las puntas de mis dedos. Como si una bombilla se encendiese en mi corazón e iluminase todo mi cuerpo con su luz y su calidez.

Es apenas un beso y aun así siento mi respiración ligeramente entrecortada cuando me separo de él unos centímetros, los justos para poder clavar mis ojos verdes en los suyos de una tonalidad tan parecida a la mía, y sentir su cálido aliento embriagarme de una forma extraña y agradable como si de alguna forma quisiera fundirme con él. Apoyo mi frente contra la de él antes de que mi propia mente vuelva a lo que él acaba de decirme. – Nadie debería sentirse así en una relación, nunca deberíamos sentir que no somos suficientemente buenos para la persona a la que queremos… - digo en un murmullo mientras por mi cabeza pasan mis propias experiencias pasadas. – No es exactamente lo mismo, pero… yo siempre sentí que no merecía que nadie me quisiera y que por eso nunca conseguí una familia. -  y ese sentimiento aun duele, el sentir que nunca vas a ser suficiente para que alguien te permita entrar en su vida. Por eso mismo cuando me ofrecieron una familia me lancé de cabeza, porque era justo eso que había estado buscando toda mi vida y aunque él ya no está, su familia sigue estando ahí para mí, apoyándome y animándome a seguir con mi vida.

Me permito unos segundos de silencio, de simplemente disfrutar la cercanía y las sensaciones que me recorren, esas mismas que creía que ya no volvería a sentir “Ni siquiera pensaba que necesitase a alguien como él en mi vida, pero supongo que esa es otra de las particularidades de la vida, nunca sabes que necesitas algo hasta que la te lo planta ante tus narices.” Esbozo una sonrisa ante el recuerdo de mis propias palabras plasmadas en un papel y arrojadas al mar antes de darme el lujo de volver a acortar las distancias y besarle esta vez yo a él aumentando ligeramente la intensidad como si quisiera transmitir todo con ese gesto. Cuando me separo nuevamente de él, le miro unos segundos con la sonrisa aun en el rostro antes de rodearle el cuello con mis brazos y fundirme en un abrazo con él, hundiendo mi rostro en su cuello de modo que soy capaz de aspirar el aroma que emana de su piel.

A veces un abrazo, un beso, un gesto que a la gente le puede parecer muy nimio transmite muchísimo más que todas las palabras que podamos expresar en voz alta, porque al final las palabras se las puede llevar el viento con muchísima facilidad, pero los gestos quedan grabados en el alma de las personas y yo en este momento sentía que tenía que darle un abrazo, pero no un abrazo cualquiera, no, uno de esos cargados con todo lo que sientes hacia esa otra persona y no puedo evitar preguntarme si es capaz de notar lo acelerado que está mi corazón dentro de mi pecho.

Dicen que el amor es esperanza, que alimenta nuestros sueños más profundos y que si estás dispuesto a amar, tienes que disfrutarlo, porque el amor no siempre dura para siempre. ¿Estoy dispuesta? ¿Lo estoy pese a saber que la propia vida te puede quitar todo ese amor y destruirte una y otra vez? Sí, estoy dispuesta.


lunes, 20 de abril de 2020

When you walk through a storm


- Deberías descansar más, vas a enfermar Mia… - sé que tiene razón. Demasiada. Desde que lo perdí no he vuelto a dormir con tranquilidad. Me siento como una auténtica fracasada por no ser ni capaz de poder hacer algo que es natural en una mujer. – Podemos volver a intentarlo, ¿sabes?

- Lo sé… - digo al tiempo que apoyo el codo en la ventanilla y miro a través del cristal. Las farolas alumbran perfectamente nuestro alrededor y mis ojos verdes son capaces de ver las siluetas de las casas junto a las que pasamos. – Es solo que…

- Mia… Le pasa a más mujeres. No tienes que sentirte mal, posiblemente le pasara algo. La naturaleza es sabía cariño… - me mira unos segundos y la sonrisa que esboza cuando vuelvo la mirada hacia él, hace que mi corazón se agite levemente dentro de mi pecho. La mano que hace unos segundos estaba en la ventanilla, acaba en mi cuero cabelludo mientras me revuelvo el pelo. – Sólo quiero que descanses…

- Lo haré, te lo prometo.

- Sabes que te quiero, no me importa que... – Lo sé y eso es importante, al menos para mí, ¿qué más da todo lo demás? Mientras él me quiera y esté a mi lado, lo demás realmente no importa. Lo demás es secundario. Esbozo una pequeña sonrisa.

- Yo también te quiero Jack.

Sonríe.

Y en este momento no lo sé, pero es su última sonrisa. Sus últimas palabras, pues de la nada una luz me ciega por completo. Los faros del otro coche que se dirige hacia nosotros y acaba chocando contra el lado del conductor y arrebatándole la vida a mi ángel de la guarda.

¿Sabes lo más curioso? Creo que lo sabía, pues en un acto reflejo, antes de todo el estruendo, antes de que la luz se nos echase completamente encima, me toma de la mano.

La cabeza me duele horrores. Noto un pinchazo incesante en alguna parte de la misma aunque no sé localizar el lugar exacto del dolor. Me siento entumecida, la mente borrosa y un ruido incesante y agudo empieza a taladrar mis oídos. ¿Qué ha pasado? Me cuesta enfocar la mirada, es como si mis ojos tuvieran una especie de neblina a mi alrededor, hasta que me doy cuenta de que en realidad esa neblina es parte de lo que está saliendo del coche.

El coche. Las luces cegadoras. Jack.

Como si me hubieran dado una descarga eléctrica, reacciono con rapidez volviéndome hacia Jack. Su rostro cubierto de sangre hace que me empiece a temblar el cuerpo entero. A duras penas consigo quitarme el cinturón de seguridad antes de acercarme a él y sacudirle con suavidad. – Jack…, Jack… ¡Maldita sea Jack, despierta! No me dejes… No me dejes… ¡Maldita sea, despierta! ¡No puedes dejarme sola! ¡Jack! – el pánico empieza a apoderarse de cada centímetro de mi cuerpo y de mi mente. Noto la sangre caliente en mis manos, bajando la mirada hasta ellas. Tiemblan y mis ojos tiemblan al ver ese rojo carmesí en ellas.

Muy a pesar del pánico que me invade, muy a pesar de que desearía seguir sacudiendo a Jack para despierte, mis manos ensangrentadas buscan mi bolso y sacan el teléfono móvil. Se me cae un par de veces al suelo mientras intento desbloquearlo, antes de ser capaz de marcar 9-1-1.

- 9-1-1, ¿cuál es su emergencia?

- Mi…, hemos sufrido un accidente y mi… mi marido no responde. – consigo verbalizar mientras con la mano que tengo libre sigo sacudiéndole en un intento de que responda.

- Tranquila… ¿dónde se ha producido el accidente? – ¿Tranquila? ¿Cómo quieren que esté tranquila? Tiemblo descontroladamente, pero aun así mis ojos se vuelven hacia el exterior. Algunas luces en las casas cercanas que antes estaban apagadas se han encendido y aunque pueda parecer una locura, consigo decir la calle en la que nos encontramos. Lo siguiente que me dicen es que van a mandar unidades hasta el lugar y yo suelto el teléfono que cae entre mis pies, sin importarme realmente que pase con él.

- Jack… - mi voz se convierte en una súplica, un gemido de dolor emocional que me desgarra incluso la garganta. – Vuelve, por favor… ¡Jack! – el grito desesperado que sale de mi boca me resulta irreconocible. Nunca he sido una persona que pierda los papeles o la calma, pero esta situación me está desbordando. Oigo ruido a mí alrededor y como alguien abre la puerta del copiloto y me toca el brazo.

- Señorita… ¿se encuentra bien? Tiene que salir de ahí. – no soy capaz de contestarle. Mi rostro es un mar de lágrimas. Mis manos están completamente manchadas de sangre y soy consciente de que parte de la ropa que llevo puesta está igualmente impregnada de su sangre. El hombre que se ha acercado me insta a salir y aunque me resisto, aunque grito que no repetidas veces, al final él es más fuerte que yo y me saca del coche mientras siento que mi mundo entero se tambalea.