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lunes, 20 de abril de 2020

When you walk through a storm


- Deberías descansar más, vas a enfermar Mia… - sé que tiene razón. Demasiada. Desde que lo perdí no he vuelto a dormir con tranquilidad. Me siento como una auténtica fracasada por no ser ni capaz de poder hacer algo que es natural en una mujer. – Podemos volver a intentarlo, ¿sabes?

- Lo sé… - digo al tiempo que apoyo el codo en la ventanilla y miro a través del cristal. Las farolas alumbran perfectamente nuestro alrededor y mis ojos verdes son capaces de ver las siluetas de las casas junto a las que pasamos. – Es solo que…

- Mia… Le pasa a más mujeres. No tienes que sentirte mal, posiblemente le pasara algo. La naturaleza es sabía cariño… - me mira unos segundos y la sonrisa que esboza cuando vuelvo la mirada hacia él, hace que mi corazón se agite levemente dentro de mi pecho. La mano que hace unos segundos estaba en la ventanilla, acaba en mi cuero cabelludo mientras me revuelvo el pelo. – Sólo quiero que descanses…

- Lo haré, te lo prometo.

- Sabes que te quiero, no me importa que... – Lo sé y eso es importante, al menos para mí, ¿qué más da todo lo demás? Mientras él me quiera y esté a mi lado, lo demás realmente no importa. Lo demás es secundario. Esbozo una pequeña sonrisa.

- Yo también te quiero Jack.

Sonríe.

Y en este momento no lo sé, pero es su última sonrisa. Sus últimas palabras, pues de la nada una luz me ciega por completo. Los faros del otro coche que se dirige hacia nosotros y acaba chocando contra el lado del conductor y arrebatándole la vida a mi ángel de la guarda.

¿Sabes lo más curioso? Creo que lo sabía, pues en un acto reflejo, antes de todo el estruendo, antes de que la luz se nos echase completamente encima, me toma de la mano.

La cabeza me duele horrores. Noto un pinchazo incesante en alguna parte de la misma aunque no sé localizar el lugar exacto del dolor. Me siento entumecida, la mente borrosa y un ruido incesante y agudo empieza a taladrar mis oídos. ¿Qué ha pasado? Me cuesta enfocar la mirada, es como si mis ojos tuvieran una especie de neblina a mi alrededor, hasta que me doy cuenta de que en realidad esa neblina es parte de lo que está saliendo del coche.

El coche. Las luces cegadoras. Jack.

Como si me hubieran dado una descarga eléctrica, reacciono con rapidez volviéndome hacia Jack. Su rostro cubierto de sangre hace que me empiece a temblar el cuerpo entero. A duras penas consigo quitarme el cinturón de seguridad antes de acercarme a él y sacudirle con suavidad. – Jack…, Jack… ¡Maldita sea Jack, despierta! No me dejes… No me dejes… ¡Maldita sea, despierta! ¡No puedes dejarme sola! ¡Jack! – el pánico empieza a apoderarse de cada centímetro de mi cuerpo y de mi mente. Noto la sangre caliente en mis manos, bajando la mirada hasta ellas. Tiemblan y mis ojos tiemblan al ver ese rojo carmesí en ellas.

Muy a pesar del pánico que me invade, muy a pesar de que desearía seguir sacudiendo a Jack para despierte, mis manos ensangrentadas buscan mi bolso y sacan el teléfono móvil. Se me cae un par de veces al suelo mientras intento desbloquearlo, antes de ser capaz de marcar 9-1-1.

- 9-1-1, ¿cuál es su emergencia?

- Mi…, hemos sufrido un accidente y mi… mi marido no responde. – consigo verbalizar mientras con la mano que tengo libre sigo sacudiéndole en un intento de que responda.

- Tranquila… ¿dónde se ha producido el accidente? – ¿Tranquila? ¿Cómo quieren que esté tranquila? Tiemblo descontroladamente, pero aun así mis ojos se vuelven hacia el exterior. Algunas luces en las casas cercanas que antes estaban apagadas se han encendido y aunque pueda parecer una locura, consigo decir la calle en la que nos encontramos. Lo siguiente que me dicen es que van a mandar unidades hasta el lugar y yo suelto el teléfono que cae entre mis pies, sin importarme realmente que pase con él.

- Jack… - mi voz se convierte en una súplica, un gemido de dolor emocional que me desgarra incluso la garganta. – Vuelve, por favor… ¡Jack! – el grito desesperado que sale de mi boca me resulta irreconocible. Nunca he sido una persona que pierda los papeles o la calma, pero esta situación me está desbordando. Oigo ruido a mí alrededor y como alguien abre la puerta del copiloto y me toca el brazo.

- Señorita… ¿se encuentra bien? Tiene que salir de ahí. – no soy capaz de contestarle. Mi rostro es un mar de lágrimas. Mis manos están completamente manchadas de sangre y soy consciente de que parte de la ropa que llevo puesta está igualmente impregnada de su sangre. El hombre que se ha acercado me insta a salir y aunque me resisto, aunque grito que no repetidas veces, al final él es más fuerte que yo y me saca del coche mientras siento que mi mundo entero se tambalea.