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sábado, 10 de octubre de 2015

La primera anécdota

Erase una vez una mujer de los Países Bajos, cuyo nombre es mejor no mencionar, no vaya a ser que recaigan las consecuencias sobre esta humilde servidora. Sus aventuras y desventuras son conocidas por todos sus allegados y más de una vez se han llevado las manos a la cabeza al escucharlas.

Era un día como otro cualquiera, pero no en la vida de esta mujer. Sus días más corrientes acaban siendo extraordinarios o teniendo un giro dramático (o cómico según se mire) en el momento más inesperado, pero sí, era un día como otro cualquiera en la vida de esta mujer del país de los tulipanes. Había viajado hasta Ámsterdam donde esperaba coger un avión para dirigirse a Alicante con su pareja.

El drama estaba acechando por la esquina y encontró pronto a su víctima. ¡Las llaves del apartamento! ¡La tarjeta para ver la televisión en España! Sí, una de esas tarjetitas tan chulas que puedes meter en un aparato y ver la tele de tu país incluso en el extranjero, esta mujer es así de ‘cool’. Sí, el drama la había tocado con su mano, recordándole que se había dejado esas dos cosas importantes (sobre todo la llave, ¡por supuesto!) en su casa, a nada más y nada menos que ochenta kilómetros de la capital.

¿Y ahora? ¿Qué podía hacer nuestra protagonista? No sabemos si pensó mucho o sólo tuvo que meditar unos segundos antes de decidirse a llamar a una de sus hijas. ‘¡Ay hija, tráeme las llaves y la tarjeta! Pero sobre todo la tarjeta, o no podré ver Goede Tijden Slechte Tijden’. ¡El drama! Para aquellos que no lo conozcáis, es una telenovela holandesa que lleva en antena desde 1990, ¡poquísimo! Y ahí sigue cosechando éxitos, después de sus más de 5170 capítulos… Esto ni Cuéntame cómo pasó o Grey’s Anatomy lo superan.

Nada, como era de esperar, la hija fue hasta casa de su querida madre a buscar la llave y la bendita tarjeta (le habían dado instrucciones exactas y minuciosas sobre dónde encontrar dichos objetos) y viajó con la pareja de su hija hasta Amsterdam. Ochenta kilómetros, nada más y nada menos. ¡Menos mal que viajaban en el coche de la pareja de su madre y se ahorraban la gasolina! (¡Menos mal!).

Lo peor estaba por llegar… y es que cuando nuestra protagonista finalmente pisó tierras españolas y abrió su maleta en su apartamento de Alicante, ¿sabéis que encontró en ella nada más hacerlo? ¡La llave del apartamento!

Imaginaros la cara de su hija si se llega a enterar de que ha recorrido ochenta kilómetros ida y vuelta para llevar una llave cuando su madre ya tenía una copia en la maleta… ¿podéis? Porque yo sí.

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