Despertar de un coma es
posiblemente una de las experiencias más extrañas y sobrecogedoras que pueda
sufrir una persona. Despertar con la mente vacía puede ser lo más horrible que
le pase a una persona. Sentía la luz al otro lado de mis párpados cerrados, oía
voces a mi alrededor, lejanas, cercanas… y un pitido constante, ruidos variados
y por mi nariz entraba un fuerte olor estéril. Me pesaban los párpados tanto
que tuve que hacer varios intentos antes de abrir los ojos para volverlos a
cerrar antes de que pudiera pasar ni tan siquiera un segundo. La luz había dado
en mis ojos y era tan fuerte que incluso me hizo daño. Los mantuve cerrados
unos segundos antes de volver a abrirlos, más despacio y aunque tuve que
cerrarlos por la fuerza de la luz que entraba a través de las ventanas, pude
mantener los ojos abiertos.
Dos ojos grises me miraron
antes de desaparecer. La tranquilidad que había reinado pronto desapareció. Una
mezcla de voces que se acercaban y gente caminando de un lado a otro no muy
lejos de donde me encontraba me puso alerta. Tan alerta que aunque mis ojos
estaban desenfocados cuando vi aparecer un rostro borroso delante de mí, mi
primer instinto fue alejarme automáticamente. Echarme hacia atrás. “Tranquila”
oía que me decían y noté como alguien me tomaba la mano. “Dame un apretón en la
mano”. Y lo hice. Era capaz de entender lo que me decían y asimilar las
órdenes, pero, ¿sabía algo más? Un miedo me atenazó la garganta. Por mucho que
buscase no había nada dentro de mi cabeza. Posiblemente el médico que me estaba
atendiendo se había dado cuenta pues me había vuelto a pedir que me calmase, y
el tacto de su mano contra la mía así como el leve apretón que me dio lo
consiguieron.
¿Qué pensaba? ¿Acaso era capaz
de pensar? Una luz potente dio contra mis ojos cuando el médico se acercó a mi
rostro con aquella linterna para verme las pupilas. “Responde” le oí decir al
tiempo que mi rostro intentaba moverse hacia allí. Fue entonces cuando fui
consciente de que no respiraba. Es decir, respiraba, pero tenía un tubo metido
hasta la garganta. ¿Cómo no me había dado cuenta antes de eso? Posiblemente
vieron el miedo en mis ojos, en mi expresión, pero no tardaron demasiado en
mandarse órdenes entre sí. Llegaba un momento en que mis ojos no sabían a donde
moverse. Primero los que me cambiaban una bolsa, ¿suero? ¿Medicación? Para luego
moverse hacia el segundo el que me sacó aquel tuvo de la garganta. Noté como me
subía por la tráquea hasta salir por mi boca. Un dolor agudo y la boca reseca
fue lo que me esperó, antes de dar mi primera bocanada de aire. Nunca me he
sentido tan bien al respirar por mí misma.
- ¿Sabes dónde estás? ¿Cómo te
llamas? – Espera un momento. ¿Dónde estaba? Terror. Algo me recorrió el cuerpo
entero sumado a una extraña sensación de que algo se movía dentro de mí a la
altura de mi vientre. ¿Qué había sido eso? Miré al médico que me había hecho
esas preguntas con una expresión de miedo en el rostro. – Tranquila, no pasa
nada estás…
- En… un… hos…pi…tal… - Logré
pronunciar. Tenía la boca pastosa y me costaba horrores formar una frase en mi
cabeza, más aún sacarla de entre mis labios. Hospital. Médicos. ¿Qué diantres
hacia yo en un hospital? ¿Y por qué recordaba lo que era? ¿Por qué recordaba
que eran los médicos? ¿Por qué había sabido todo eso pero no recordaba cual era
mi nombre. Cerré los ojos con fuerza como si así me fuera a llegar aquella
respuesta. Nada. – No… lo… re…cuer…do… - Frustración. Miedo. Ansiedad.
Demasiados sentimientos agolpándose dentro de mi cuerpo y yo sintiendo unas
ganas horribles de ponerme a gritar. Quería saber cómo me llamaba, quería
recordarlo. ¿Por qué no recordaba quién era? - ¿Dón…de…es…toy…? – El hombre me
miró sorprendido unos segundos. – Pa…ís… - Si. País. Aunque posiblemente aunque
me dijeran el país donde estaba ni siquiera sabría decir donde estaba
precisamente.
- Estás en Croacia. Te
encontraron hace cuatro meses y te ingresaron aquí… - Seguía sintiendo su mano
alrededor de la mía y estaba segura de que de no ser por eso estaría temblando.
Aquello no sonaba nada bien. ¿Me habían encontrado? ¿Cuatro meses? – Entraste en
coma a raíz de una cirugía de urgencia que tuvieron que realizarte. - ¿Una qué?
Mi mente empezó a dar vueltas y tuve que cerrar los ojos. – Será mejor que
descanses. – Le oí decir mientras se levantaba – En otro momento hablaremos
sobre tu estado. - ¿Estado? Abrí nuevamente los ojos lentamente fijando la
mirada en el hombre que me sonreía antes de soltarme la mano y salir de la
habitación. Mi mirada fue a parar al inmaculado techo que había sobre mi cabeza
justo en el momento en que lo volví a sentir, era como si algo dentro de mí se
moviera, algo pequeño algo lleno de vida. Noté mis ojos anegarse en lágrimas al
tiempo que mis manos se movían hacia mi vientre, un vientre que estaba
ligeramente abultado. Nunca sabré exactamente cómo, pero en ese momento supe
que había vida dentro de mí. Supe de algún modo que iba a ser madre y no pude
evitar que unas cuantas lágrimas recorrieran mis mejillas.
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