Esta entrada se la dedico a mi Fighter.
Te quiero un montón (:
Erase una vez… ¿por qué todos los cuentos empiezan de la
misma manera y terminan de la misma manera?
Ivy levantó la mirada hacía el estrellado cielo mientras
esa pregunta daba vueltas por su pequeña cabeza. Tenía apenas diez años y ya se
cuestionaba incluso las cosas más mundanas. Tenía una mente demasiado aguda,
perspicaz y nada se le escapaba. Aquella pregunta había acudido a su cabeza en
el mismo momento en que había pensado que la vida no era tan bonita como la
pintaban todos aquellos cuentos.
- ¿Qué haces? - La voz del muchacho llegó desde detrás y
la pequeña tuvo que volver la cabeza para poder enfrentarse a aquellos ojos
claros que la miraban.
- Pensar. - Respondió sin más volviendo a poner la mirada
en las estrellas. Ellas la guiaban por aquel mundo de tinieblas, ellas le
hacían ver luz al final del túnel, aunque a ella le parecía un túnel eterno, en
el que la luz siempre estaba demasiado lejos como para que ella la alcanzase.
Suspiró mientras volvía una vez la mirada hasta la del chico.
- Sabes que no les gusta que estemos aquí a estas
horas... - ¡Claro que lo sabía! Lo sabía de sobras, pero por eso mismo ella
salía. Estaba harta de estar encerrada en aquel sitio. Si todos los cuentos
tenían final feliz, ¿por qué ella llevaba cuatro años en un orfanato? ¿Por qué
sus padres habían tenido que morir en aquel accidente de tráfico dejándola
completamente sola? Cerró los ojos unos segundos. Podía tener el aspecto de una
niña de diez años, pero había vivido cosas que habían hecho que aquella niña
desapareciera demasiado pronto, que su inocencia se esfumara.
- Lo sé. ¿Me acompañas dentro? - El muchacho sonrió, con
una inocencia plasmada en el rostro que pocas veces, por no decir ninguna vez,
se veía en el rostro de Ivy. Se acercó a la pequeña siendo a simple vista más
alto que ella y se acercó hasta darle un suave beso en la mejilla. Desde el
primer día que había llegado a aquel pequeño orfanato, el pequeño Larry sentía
como si fuese su hermana pequeña, a la que tenía que proteger y ayudar.
- Si lo sabes. ¿Por qué sales? - Se quedó pensativa unos
segundos mientras él la acompañaba hasta el interior. Enseguida notó el cambio.
Fuera hacía el frío característico de una tarde de invierno, mientras que
dentro el calor los envolvía a todos, con sus suaves brazos, reconfortándoles,
aunque a Ivy nunca le reconfortarían del mismo modo que los brazos de sus
padres. Nada podría asemejarse nunca a ese toque.
- Porque me apetece, simplemente. - Sonrió, esbozando una
divertida sonrisa en su rostro poblado de pequeñas pecas por allí y por acá.
Unos juguetones tirabuzones caían a ambos lados del rostro de la muchacha que
movía sus ojos verdes queriendo abarcar todo lo que había en la habitación.
Había pasado por ella infinidad de veces, pero cada vez que volvían a entrar la
observaba como si fuese la primera vez.
- ¿En qué pensabas? - La castaña había despertado su
curiosidad. Era misteriosa a ojos de todos los demás, incluidos los suyos. Era
como alguien que parecía inalcanzable. Tan distinta a los demás y en el fondo
tan semejante. Allí todos estaban solos en el mundo.
- En porque las princesas de cuento siempre tienen un
final feliz. - El niño se quedó mirando a su amiga unos segundos pero no hizo
ningún comentario. Aquella noche se acostó con la misma pregunta que había
rondado por la cabeza de Ivy cuando había ido a buscarla fuera.
Diez años más tarde Larry e Ivy compartían una pequeña
casita a las afueras de la ciudad donde habían crecido. Una vez cumplieron la
mayoría de edad ambos decidieron irse de aquel orfanato, dejar el pasado atrás
y comenzar una nueva vida, aunque nadie les dijo que sería fácil. Amigos desde
siempre compartían todos sus miedos y secretos, aunque Ivy pocas veces hablaba
de lo que le había pasado a los seis años. Consideraba que hablar de las cosas
malas de la vida sólo hacía que toda pareciera más gris de lo que de por sí
era.
- Hay que tener esperanza. - Le había dicho a Larry a los
diecinueve años cuando su amigo había estado a punto de tirar la toalla. El
joven había mirado con sus claros ojos a la muchacha y se había arrepentido
inmediatamente. Ella, después de todo, lo tenía peor que él en muchos aspectos
y nunca tiraba la toalla. Siempre estaba dispuesta. Avanzaba, por mucho que le
costase, sin rendirse, sin flaquear en ningún momento y era algo digno de
admirar. Había conseguido más de lo que cualquiera hubiese esperado.
La escena vivida casi diez años atrás estaba a punto de
repetirse. Larry salió al pequeño jardín que tenían en la parte de atrás, donde
Ivy miraba las estrellas que iluminaban otra vez el cielo aquella noche. Tenía
una sonrisa plasmada en el rostro, algo que se había hecho normal desde que
cumpliese los doce años. Desde el momento en que decidió que por muy mal que la
tratara la vida ella seguiría adelante, que no importaba lo fino que fuese el
hilo que la mantenía en equilibrio, ella seguiría sujetándose a él con fuerza.
- ¿Pensando en princesas de cuentos? - Preguntó Larry
cuando llegó hasta la muchacha, agachándose junto a ella para quedar a su misma
altura algo que hacía más de lo que se daba cuenta. Era un gesto totalmente
inconsciente.
- No. Pienso en la respuesta a la pregunta que te hice
hace años… Aquella noche. ¿Recuerdas? – Le preguntó la castaña virando la
mirada hasta dónde se encontraba él con una sonrisa en el rostro. Larry
enseguida supo que había encontrado la respuesta a aquella pregunta que había
formulado aquella noche años atrás.
- ¡Claro que la recuerdo! ¿Y cuál es la respuesta? –
Preguntó con curiosidad. Una curiosidad creciente, puesto que Ivy a lo largo de
los años le había demostrado que era una joven muy viva y con mucha
imaginación, pero que aún y así tenía los pies sobre la tierra.
-Que cada uno es la princesa y el príncipe de su propio
cuento y que todo tiene un final feliz. Solo hay que ver la vida con esperanza.
- Larry arqueó una ceja ante la respuesta de su amiga, apoyando un brazo en la
silla de Ivy que volvió el rostro hacía él. -Sí tienes esperanza, no importa lo
mal que te vaya la vida, siempre encontrarás un camino mejor… ¿Me llevas
dentro?
-Por supuesto. - Contestó el muchacho con una sonrisa
mientras empujaba la silla de ruedas de su amiga hasta el interior de su casa,
asombrado por lo que acababa de decirle. A los seis años quedó condenada a
vivir toda su vida postrada en una silla, sin poder volver a caminar, sin poder
volver a disfrutar de muchas cosas de la vida. Aquel accidente se había llevado
no solo a sus padres, también se había llevado su movilidad y aún así, ella
nunca había decaído, siempre había hecho una vida normal. Había aprendido a
moverse por el mundo sin poder utilizar sus piernas.
Había tenido la esperanza de que la vida algún día la
recompensaría y Larry estaba seguro de que así sería.
Wow! Puedo decir que me ha gustado mucho escribes? En serio, me ha gustado mucho, además del mensaje final. Creo que acabas de ganar un lectora permanente...
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